RESUMEN DE LA HISTORIA DE LA VIRGEN DE COROMOTO, PATRONA DE VENEZUELA Y PRÓXIMA REINA DE AMÉRICA
(Basado en el libro “LaMaravillosa Historia de Nuestra Señora de Coromoto”, del hermano de la Salle Nectario María)
Por: Iris Auxiliadora Rangel
I PRIMERA PARTE
Noticia previa
Venezuela desde el mismo día en que la descubrió Colón, el 9 de agosto de 1498, en la víspera de la fiesta de Nuestra Señora de Los Ángeles, se distinguió desde sus primeros años de existencia, como una tierra de gran favor y fervor marianos. Todas sus ciudades y pueblos fueron fundados bajo la protección de alguna advocación de la Santísima Virgen. Pero la culminación de la historia mariana de Venezuela, es la APARICIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN DE COROMOTO.
Dice el hermano Nectario María en su libro que “En los demás centros de peregrinación de Venezuela veneramos imágenes, dignas por cierto por su principio e historia, de nuestro respeto y acreedoras a nuestra veneración, pero su origen no puede compararse al de Nuestra Señora de Coromoto de Guanare./ En Coromoto la Madre de Dios apareció real y verdaderamente en cuerpo y alma: documentos auténticos y verídicos lo comprueban y no dan lugar a duda sobre la autenticidad del hecho. Allí Maria dejó milagrosamente en manos del cacique Coromoto una imagen, que ha sido siempre objeto de gran veneración de los pueblos./ No vacilamos en declarar aquí que Nuestra Señora de Coromoto ocupa el primer puesto entre las advocaciones y títulos con los cuales honramos a la Virgen Santa en Venezuela …” (1)
La ciudad de Guanare
El Gobernador de la provincia de Venezuela, don Diego de Osorio, dio orden y facultades al joven capitán Juan Fernández de León, su teniente, de origen portugués, que había venido entre los hombres de Diego de Lozada, que fundaron a Caracas y se había distinguido por su valor, para que en las provincias de Guanaguanare, Cerrillos y sus comarcas, fundase una o dos ciudades.
Luego de varios recorridos y exploraciones, y de tomar provisiones en el Tocuyo y Nueva Segovia de Barquisimeto, y en compañía de varios expedicionarios portugueses, que le agradecían el buen trato y protección que les había dado, salió hacia los llanos llegando a la Mesa de Cabaca, nombre que según las instrucciones, era el del sitio en el que debía fundar la ciudad y que estaba situado muy cerca del caudaloso y turbulento río Guanaguanare.
Allí, el 3 de noviembre de 1591, fundó en las riberas del citado río, la ciudad del Espíritu Santo del Valle de San Juan. De allí comenzaron a llamar a la ciudad Guanaguanare y con el tiempo Guanare. Fue la primera ciudad llanera de Venezuela.
Los indios Coromotos
En una noticia de 1608, sobre la recién fundada ciudad de Guanaguanare, llamada luego Guanare, se dice que, entre los indios que poblaban la zona, y que fueron repartidos entre 25 o 26 encomenderos, estaba una parcialidad conocida con el nombre de Coromotos, los cuales no estando conformes con las nuevas disposiciones, no queriendo perder su libertad, antes de ser reducidos a encomienda, huyeron, se internaron en las selvas, montañas y valles situados al norte de Guanare, hacia las fuentes de ese río y del Morador, donde se mantuvieron por largos años y se perdió su memoria entre los pobladores de la Villa del Espíritu Santo de Guanaguanare, llamada después Guanare.
Esta ciudad sufrió muchas penalidades, a pesar de las cuales, su vecindario muy laborioso y de muy puras costumbres, se distinguió por sus virtudes y por el trato considerado a los indígenas. La devoción a la Virgen, entre ellas por la advocación del Rosario, distinguió a Guanare. Todo esto indudablemente favoreció al hecho de que la Madre de Dios la escogió para su personal visita:
“Si la Madre de Dios escogió a Guanare como trono de su amor y sagrario de sus misericordias fue, a nuestro parecer, en premio del culto sincero y fervoroso que allí recibiera desde el primer año de su fundación, con la misa cantada sabatina…. “. (2)
Juan Sánchez, el encomendero, en Soropo
A mediados del siglo XVII, el terrateniente español Juan Sánchez, ocupaba unas tierras denominadas Soropo en la margen derecha del Guanaguanare, hasta cerca de la confluencia del Tucupío con el mismo río Guanaguanare. Eran tierras muy propicias tanto para la agricultura como para la industria pecuaria.
Primeras apariciones de una Bella Dama en las aguas de un río
Un día a finales de 1651 o principios de 1652, el cacique Coromoto y su mujer iban a una parte de la montaña donde tenían una parcela de labranza, y llegaron al cruce de una quebrada o de algún río y vieron a una bellísima Señora que se les presenta, caminando sobre las aguas. La Bella Dama, a quien desde ese momento, comienzas a llamar “La Bella Mujer”, les sonríe amorosamente y en su propio idioma les dice: “Salgan a donde están los blancos y díganles que les echen el agua en la cabeza, para ir al cielo”… El indio embelesado ante tanta dulzura y belleza, se dispuso a cumplir los deseos de la Bella Dama.
Según noticias de vecinos y personajes del lugar, la Virgen se apareció varias veces y en diferentes días al cacique y también a otros dos indios, tres y cuatro veces. También a los hijos de los indios cuando eran mandados por sus padres a buscar agua en la quebrada. Los niños se retrasaban en regresar a su casa; los padres los reprendían y aun castigaban severamente, y ellos manifestaban que se quedaban como pasmados y paralizados ante la belleza y dulzura de la “Bella Mujer” y no se podían mover. Estas declaraciones las hace el francés Francisco Depons, ex agente del gobierno francés en Caracas quien en 1806 publicó un libro de tres tomos donde habla de Guanare y de Nuestra Señora de Coromoto. (3)
Juan Sánchez viaja al Tocuyo
Un día de la primera mitad de 1652, el encomendero Juan Sánchez tuvo que viajar con urgencia al Tocuyo; por ello, tuvo que pasar por el sitio denominado El Cauro, cerca de donde vivían los Coromotos.
El Cacique ya tenía idea de cumplir los deseos de la Bella Dama que veía en la quebrada y por eso, salió al encuentro de Juan Sánchez y le narró lo sucedido y el deseo de Ella, de que fueran donde los blancos a echarse el agua en la cabeza para ir al cielo. También le dijo que tanto él como el resto de su gente, estaban dispuestos a obedecer a “la Bella Mujer”.
El encomendero naturalmente se sorprendió mucho pero le manifestó al Cacique el deseo de complacerlo pero que por la urgencia que tenía de ir al Tocuyo, tendría que esperar ocho días a su regreso de aquella ciudad. Pasados los ocho días, Juan Sánchez se reunió con el Cacique y su gente y juntos emprendieron camino hacia las riberas del río Guanaguanare.
Juan Sánchez escogió la hermosa altiplanicie que formaba el ángulo entre la confluencia del Tucupido y el Guanaguanare, para establecer el asiento de los indios. Allí éstos tendrían un río para pescar y una selva cercana para cazar. Un suelo muy fecundo sería muy propicio para las labores agrícolas y estando Soropo cerca, el encomendero tendría cierta vigilancia sobre sus protegidos.
Cumplida esa importante misión, y convencido ya de que aquellas visiones que experimentaban los indios, eran de tipo sobrenatural, el virtuoso encomenderos salió para el Valle del Espíritu Santo de Guanare y puso al tanto a las autoridades de lo que estaba pasando en la altiplanicie del Guanaguanare-Tucupido.
Los alcaldes de Guanare ratificaron el sitio señalado por Juan Sánchez para asiento de los indios, lo encargaron para su cuidado, y la comisión de señalarles tierras para sus labores y sobre todo de iniciarlos en los rudimentos de la doctrina cristiana. Los indios continuaron felices sus rancherías, comenzaron a trabajar las tierras que se les distribuían y asistían a las explicaciones doctrinales que les daba el virtuoso encomendero, ayudado por su esposa y otros dos compañeros.
Reflexión sobre esta primera parte
Mientras hago este resumen, se me han venido a la mente varias reflexiones y conclusiones:
La primera es que, ahora comprendo porque la Virgen escogió a Guanare y sus cercanías para manifestarse. Tanto el fundador de Guanare, como varios de sus acompañantes, eran de origen portugués, es decir, gente creyente y practicante de la fe católica, de costumbres puras y de acendrado fervor mariano. ¡Hasta en la región había y hay un río de nombre Portuguesa, que le da nombre al estado donde se realizaron las apariciones!
Ahora comprendo perfectamente que Emile Fabre viniera a Portuguesa a finales del siglo XIX; ¡su paisano Francisco Depons, había ido al mismo sitio un siglo antes y conocía bastante sobre las apariciones de la Virgen.!
Ahora estoy más que convencida de que este fotógrafo francés, es el talentoso dramaturgo del mismo nombre, que formó parte de la legión de honor de su país, y que siendo joven, quiso vivir una aventura en las exóticas tierras de las que hablaba su paisano en tres tomos del libro que consultó el Hermano Nectario María y que hemos citado en este resumen. Lo que falta es probar que era fotógrafo y que viajó a Venezuela a finales del siglo XIX.
II SEGUNDA PARTE
El Cacique comienza a dar muestras de rebeldía
Los indios Coromotos estaban felices, trabajando las tierras que se les habían asignado y comenzaban a conocer el mensaje de salvación del Hijo de Dios, cuya Madre les había visitado en frecuentes ocasiones mientras estaban en la selva, y por tanto, en cumplimiento de la instrucción de la que podemos llamar “Virgen Misionera”, iban recibiendo las aguas del bautismo.
Pero, ya sabemos que el enemigo de las almas no puede ver felices a quienes se acercan a Cristo y a su Divina Madre. El Cacique, al principio asistía gustoso a las reuniones doctrinales, pero poco a poco le entró nostalgia por su antigua situación y comenzó a añorar la selva y las montañas donde había habitado antes de que lo trasladaran junto con su gente, al nuevo establecimiento preparado por Juan Sánchez. Por tanto, se rehusaba a recibir las aguas del bautismo.
Llega el 8 de septiembre, cumpleaños de la Virgen. El Cacique huye de la ceremonia Estando así las cosas, llegó el sábado 8 de septiembre de 1652, día del nacimiento de la Virgen y la comunidad dirigida por Juan Sánchez no podía dejar de celebrar tan importante ocasión con una misa solemne en honor de la Madre de Dios.
Por ello, dispuso Sánchez reunir a los indios que trabajaban, en Soropó, para la celebración de los actos religiosos, en el caney que tenía cerca de su sitio de habitación. Soropó, estaba cerca como ya dijimos, del sitio donde Juan Sánchez había alojado a los indios que se llamaba Tucupido, pero al cual el encomendero había asignado el nombre de Coromoto, precisamente por el nombre de la tribu allí asentada.
El indio se negó rotundamente a asistir a la misa en honor de la Virgen y se fue aceleradamente para Coromoto. Allí tenía el cacique junto con su familia, una rústica vivienda a la que los indios llamaban bohío, cuyo techo era de paja y las paredes de bahareque (palos, paja, caña y barro).
El cacique entró precipitadamente al anochecer, y allí estaba su esposa, la cacica, una hermana de ésta de nombre Isabel, y el hijo se ésta última, un indiecito de unos doce años, quien se encontraba visitando a su madre, ya que de ordinario estaba en la casa de Juan Sánchez a cuya esposa ayudaba en las labores domésticas. La presencia de este niño fue providencial. A él le debemos la salvación de la reliquia. Los coromotanos de hoy, no perdemos la esperanza de averiguar algún día su nombre y otros detalles de su vida.
El Cacique entra con disgusto en el bohío
De forma inesperada la entrada sorpresiva y precipitada del Cacique, interrumpió las labores de preparación de la cena que realizaban las dos mujeres y turbó el apacible sueño del indiecito. El cacique entró alterado, y sin decir palabra se echó en la barbacoa. Mientras, ellas y el niño permanecieron en silencio.
Ya el sol se había ocultado: era una noche de luna, tachonada de estrellas. El pueblecito de Coromoto o Tucupido, se preparaba para el descanso. Y los niños, recién bautizados, se dormían dulcemente. Por su belleza y emoción conmovedora, reproducimos el hermoso párrafo que nos trae el hermano Nectario María: “… En las chozas del pueblecito de Tucupío, esparcidas sobre la planicie y a los pies de los árboles de la selva, los niños sobre toscas esteras, reposaban dulcemente. Dormid, niños de la selva; dormid, pues vuestras almas, regeneradas con las aguas del bautismo, son más blancas que la nieve de la elevada cima andina que refleja sobre la llanura la luz del sol naciente. Dormid, pues vuestros émulos, los querubes de la gloria, ya bajan de los cielos, formando grandiosa escala, por donde ha de descender la Augusta Reina del Empireo ..” / Afortunada eres, humilde Choza del capitán Coromoto, pues María la Madre de Dios, viene hacia ti. / Ella, que tiene la luna por escabel, el sol por vestidura y por manto las estrellas del firmamento, se acordó de que también era “Flor del Campo”, “Lirio del Valle”, “Manzano entre los árboles de la selva”; y para suavizarnos con el perfume de sus fragantes flores de virtudes, recrearnos con la consideración de su amor y compasión y hacernos gustar el delicioso fruto del manzano de su culto y devoción, prefirió la choza de la selva y los silvestres lirios de Guanaguanare y Tucupido, al alcázar de los reyes y ricos de este mundo y al ambiente de sus perfumados jardines …(4)
Mientras tanto, el cacique sostenía una terrible lucha interior que le hacía dar vueltas de un lado a otro y hasta revolcarse en su barbacoa. Veía en su imaginación a la Bella Señora cuyo recuerdo le aliviaba el espíritu, pero el padre de la mentira, le sembraba una rabia inexplicable, odio, deseo de libertad desenfrenado y le hacía ver el bautismo como una sujeción insoportable.
El demonio seguramente se creía vencedor, pues el cacique estaba ya dispuesto a huir al día siguiente a sus montañas y antiguos sitios de habitación, y a no volver a la encomienda y a la instrucción cristiana. Y sucedió que, a los pocos momentos de la tumultuosa llegada del cacique, en el umbral de la choza, se hizo corpóreamente visible la Santísima Virgen.
De todo el ser de la Madre de Dios, emanaba una luz inmensa que bañaba el recinto y dice la india Isabel, a la que debemos el relato de ese maravilloso momento, que era como los rayos del sol en pleno mediodía, pero sin dañar los ojos de los que estaban en la choza.
El Cacique y los demás ocupantes de la choza, reconocieron a “La Bella Mujer” que habían visto repetidas veces en el Tucupido y otros ríos y quebradas, pero mientras las dos mujeres y el niño se quedaban inmóviles de emoción, el Cacique continuaba con su turbulenta lucha interna. Y probablemente el indio pensó que Ella había venido a reprocharle su mal proceder y sin dejar que la Augusta Señora profiriera una palabra, la increpó inmediatamente: “¿Hasta cuando me quieres perseguir? Bien te puedes volver, que ya no he de hacer mas lo que me mandas; por Ti dejé mis conucos y conveniencias y he venido aquí a pasar trabajos”.
La esposa del Cacique, se sintió preocupada y avergonzada por semejantes palabras. Y lo reprendió así: “¡No hables así con la Bella Mujer; no tengas tan mal corazón!”. El cacique, siguió montado en cólera y viendo que la Bella Mujer seguía impasible en la entrada de la choza, e incluso hizo ademán de entrar, sale de un salto de la barbacoa, toma el arco de la pared, saca una puntiaguda flecha a fin de amenazar a la señora, llegando en su locura a exclamar: “¡Con matarte me dejarás!”.
La Virgen ignora las amenazas del Cacique, y entra serena en la choza
Era tan hermoso y subyugante la presencia serena y sonriente de la Virgen, que sea por la Majestad de la Madre de Dios o por cualquier otra causa, el Cacique rindió las armas, es decir, tiró el arco al suelo; sin embargo, se lanza veloz contra la Excelsa Dama y extiende los brazos con la intención de tomarla por los brazos y sacarla fuera de la choza.
La Virgen deja la reliquia en las manos del Cacique
Pero en ese instante, la Bella Mujer desaparece rápidamente; las tinieblas vuelven a la choza y la esposa del cacique, contrariada, riñe a su marido por el trato desconsiderado que ha dado la Excelsa Señora. El Cacique aterrado por lo que había pasado, se quedó un largo rato inmóvil, con las manos extendidas y entrelazadas, como si algo tuviera en una de ellas.
Pensamos que, de acuerdo con la copia fiel de ese instante, que Fabre dejó en su fotografía, la mirada de la Virgen señala que la mano que tenía cerrada era la izquierda. Creemos que era zurdo y fue con esa mano con la que intentó agarrar a la Virgen para sacarla de la choza. Sin saber realmente el porqué su cuñado estaba inmóvil con una mano cerrada, pero disgustada también por la conducta de este con La Bella Mujer, Isabel le dice a este:”¿Sabes lo que ha sucedido?”. Este tembloroso y con la mano cerrada responde: “¡Aquí la tengo agarrada!”.
Las dos mujeres muy impresionadas le dicen al Cacique: “Muéstranosla para verla”. Al abrir la mano, todos ven que en la palma hay una diminuta imagen de La Bella Mujer que despide rayos de luz. Llegan a temer que algún castigo pueda caer sobre ellos por la mala conducta del cacique. El indio temeroso pero todavía iracundo, envuelve la luminosa imagen en una hoja y escondiéndola en las pajas de su choza, exclama temerariamente; “¡Ahí te he de quemar para que me dejes …!”
(1) Nectario María: Obra citada: p 19.
(2) Ibidem p. 59.
(3) Voyage a la Partie Orientale de le Terre-Ferme dans l Amerique Meridionale. Francisco Depons. Tres tomos.
(4) Nectario Maria: Ob. Cit. P 70.
Hola
ResponderEliminarHola ¿Cómo estás?. Saludos coromotanos y cariñosos
Eliminar